Respiro, y se inundan mis pulmones,
mi corazón, en cambio, late sin fuerzas,
ya casi no escucho los tambores
que ordenan que la cadencia siga.
Me abandonan las emociones
mientras se cierran las puertas,
desconozco tantas cosas
que los miedos y las dudas me atosigan.
Quiero huir de esa mentira,
no es la muerte la que me persigue,
es aún peor: es mi propia vida.
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